jueves, 30 de diciembre de 2010

Capitulo 1

Hay veces que te dices a ti mismo basta, es suficiente. Momentos en los que piensas que es hora de plantarte y pelear por ti misma, de olvidar cual es tu objetivo y luchar contra el dolor, la humillación, dejar suelta a la bestia que llevas dentro para acabar con todo. Yo no puedo decir basta ni puedo luchar. Debo soportar el dolor de los golpes en mi cuerpo y la humillación de ser tratada como un animal. Mi objetivo es más importante que mi rabia y mi odio y ningún golpe me harán olvidarlo. Mi objetivo es salvar a mi hermano. Por el, he sido torturada, he tratado a mis torturadores con respeto, me he arrastrado como un perro y ahora voy a luchar en una guerra y a matar. Mi nombre es Darla y esta es mi historia.

2 meses antes
-Estas loca.
Esas simples palabras pronunciadas hacía días por un amigo resonaban en ese momento en mi mente de forma ensordecedora. Si, estaba completamente loca. Pero también sabía que esa locura es lo único que iba ha permitirme seguir adelante con mi plan. Iba a dejarme capturar por los enemigos de mi gente para salvar a mi hermano pequeño de una muerte horrible luchando en una guerra. Como iba diciendo, estaba absolutamente loca. Las palabras seguían sonando en mi cabeza apenas ahogadas por el ruido del aerodeslizador persiguiéndome y el ruido de las balas al impactar en los trocos de los arboles por los que unos segundos antes había pasado en mi falsa huida. Mi cuerpo era todo instinto y se movía rápido y ágil, saltando en el momento justo y evitando las balas por milímetros. En realidad, jamás pensé que fuera así. La captura, digo. Nunca había visto como capturaban a nadie, pero me había creado una imagen mental que difería mucho de la realidad. El hecho de que me dispararan con balas reales indicaba que les importa muy poco si vivía o moría, así que debía hacer que les importara capturarme, debía ponérselo fácil. Ví una raíz unos diez metros delante mía, lista para que mi pie se enganchara en ella. Al caer al suelo mis músculos protestaron, mis rodillas ardieron en carne viva y mi cabeza dio vueltas al golpearme con una piedra. Me quede en el suelo, fingiendo estar más desorientada de lo que estaba e interpretando mi papel a la perfección. Ahora llegaba lo mas difícil, esperar a que decidieran si mi vida valia lo suficiente para capturarme o si era absolutamente inservible y por lo tanto, me mataran. En silencio, lanzé una plegaria a la diosa naturaleza para que su decisión no fuera la segunda. Por un segundo pensé que me iban a matar, que todo había sido en vano y que mi hermano estaba destinado a luchar en una guerra como carne de cañón, pero en el ultimo segundo, un segundo antes de que callera en mi pequeño pozo de autocompasión, oi los motores del aerodeslizador apagarse y la compuerta abrirse. Preferí mantener los ojos cerrados y no ver el rostro de esos monstruos que me iban a llevar a una guerra. Ojala también hubiera sido posible taparme los oídos ya que sus voces llegaban a mi con dolorosa claridad.
- ¿Estas seguro de que vale la pena? Parece un chico muy enclenque.
El intelecto de este hombre no debía de llegar ni al de un mosquito ya que me había confundido con un chico, y en cierto modo estaba insultando a los mosquitos.
- Claro que vale la pena, sigue vivo después de dos kilómetros esquivando balas a toda velocidad, el chico es fuerte.
Este parecía menos duro de entendederas que el anterior aunque aun no se había dado cuenta de que soy una chica. El hecho de que no me hubieran esposado aun, hablaba mucho de ellos, o eran tan arrogantes que creian que no necesitaban esposarme porque al menor movimiento estaría muerta o es que yo realmente parecia débil. La verdad es que nunca me había visto en un espejo, no hay espejos en la selva.
Ellos seguían con su estúpida cháchara hasta que uno de ellos se agachó delante de mí y me quitó mi corto pelo de la cara.
- Es una chica.

Muy agudo, genio. Esa frase estuvo a punto de salir de mis labios cuando ese soldado dijo que era una chica como si dijera que tenía dos narices. El silencio se instalo en el grupo mientras notaba varios pares de ojos fijos en mí. Por fin me decidí en abrir los ojos y mirarles. Había cuatro soldados. Todos llevaban uniforme militar e iban armados con armas automáticas. Todos eran diferentes y a la vez tenían un destacable rasgo en común. Ellos me miraban fijamente y yo recorrí sus rostros, mirándoles a los ojos. Marrones, verdes, marrones, grises... Todos me miraban como bobos menos el joven de los ojos grises. Su mirada era fría, desapasionada.
- Esposadla. - Su voz era oscura, grave, e hizo que un escalofrió descendiera por mi espalda.
- ¿Que pasa, Kieran? ¿Tienes miedo de una chica? - Los idiotas soltaron una carcajada.
Si supieran que les mataría sin balizar seguro que no se reirían
- Puede que sea una chica pero sigue siendo una Neture.
Así es como los soldados y ciudadanos de las ciudades nos llamaban. Neture, un derivado de naturales, aquellos que vivíamos en la naturaleza, lejos de la monotonía, el control y la aparente seguridad de las ciudades, aquellos que habíamos recibido dones de la naturaleza, personas como yo y mi hermano. Los Neture éramos perseguidos, asesinados o capturados y, en el segundo caso, obligados a luchar en la guerra por los pocos recursos que quedaban. Luchábamos en el ejército de la ciudad que nos había capturado y era casi imposible escapar vivo.
Unos de los soldados se agacho a colocarme las esposas, al levantarse puso unas de sus manos en mi pierna y me susurro al oído:
- Tal vez, tú y yo podamos divertirnos después.
La furia creció en mi interior y la vertí al exterior. Antes de deciros el resultado debería decir que mi don es controlar, moldear a voluntad, usar como arma o como defensa el hielo. De modo que cuando vertí mi poder al exterior la mano del hombre comenzó a congelarse y una capa de hielo la cubrió antes de que el pudiera apartarla. El, asustado, cayó hacia atrás.
- Maldita zorra.
Su mano se movió a tanta velocidad que apenas la vi, pero si que sentí el lacerante dolor en mi rostro cuando su puño golpeó mi mejilla. La mano del soldado se levantó para golpearme de nuevo. Cerré los ojos con fuerza, esperando un golpe que nunca llegó. Cuando me sentí lo suficientemente valiente para abrirlos de nuevo vi al soldado que me había golpeado con el brazo inmovilizado a la espalda. El joven de ojos grises sujetaba su brazo en un ángulo doloroso y tenía sus ojos clavados en los míos.
- Si vuelves a pegarle te romperé el brazo.
Los otros soldados estaban totalmente anonadados y no sabían si intervenir o no. En cuanto a mi, me avergüenza decir que estaba totalmente hipnotizada por esos ojos de color de la plata fundida. Por un lado estaba aturdida por este acto en mi defensa, pero por otro tenia miedo por las repercusiones que esto podía suponer en mi misión. Finalmente el soldado, Kieran, soltó el brazo de su compañero y desvió la mirada, liberándome de su hechizo. El hombre se cogió el hombro, acariciándoselo para intentar aliviar el dolor a la vez que me dirigía una mirada cargada de odio que hizo que un escalofrió me recorriera la espalda. Los otros dos idiotas salieron por fin de su estupor y se pusieron en movimiento, agachándose para ponerme de pié. Entre miradas de odio, miradas intensas y la mirada de los dos bobos, todos nos encaminamos hacia el aerodeslizador. Cuando mis ojos se volvieron a cruzar con los plateados ojos de Kieran fui yo la que desvié la mirada, solo para encontrarme con el odio concentrado del soldado que me había pegado.
Fantástico pensé con tono pesimista, La misión se ha complicado

El viaje en aerodeslizador fue breve y durante el no descubrí ninguna información útil. Principalmente me dediqué a escuchar la conversación que mantenían los dos bobos, de la cual descubrí que se llamaban Perdin y Lotte, que el soldado que me había pegado era Titus y que eran de Wasteland*, una de las ciudades más poderosas. También descubrí que me llevaban a un complejo de entrenamiento militar a unos cien kilómetros de la ciudad. El viaje se me paso rápidamente sentada entre Perdin y Lotte y cuando el aerodeslizador comenzó a descender habían pasado diez minutos. Me levante cuando ellos lo hicieron y me condujeron fuera del aparato. La pista de aterrizaje estaba vacía pero cuando vieron que los militares traían una compañera inesperada comenzó a llegar gente. Ellos me condujeron a un edificio de paredes de hormigón y las personas que se cruzaban en nuestro camino les sonreían y felicitaban aunque a mi me miraban con desprecio. A mi me daba igual como me miraban, yo estaba concentrada en observar las medidas de seguridad del complejo. Pude ver varias cámaras de seguridad, soldados armados que hacían guardia en el edificio central y en las cuatro torres de vigilancia. La valla que rodeaba el lugar era por lo menos de cuatro metros, con una corona de cable de espino y electrificada.

-Hay minas alrededor del campo, por si te interesa. – La voz de Titus me sobresaltó y lo peor es que me había pillado in fraganti.

Soltó una carcajada siniestra que me heló la sangre en las venas. Iba a tener problemas con este soldado. Lotte saludó al militar que hacia guarda frente a la única puerta de entrada del edificio, este dijo algo por el auricular, asintió y nos abrió la puerta. El interior del edificio estaba lleno de mesas con ordenadores, así que supuse que sería un edificio de oficinas, aunque nunca había visto uno. Continuamos caminando hasta unos ascensores que se encontraban en el fondo del edificio y subimos seis pisos. Esa planta tenía el mismo aspecto que la anterior pero las personas que se encontraban allí parecían tener más rango. Las cabezas se levantaban a nuestro paso hasta el punto de que cuando llegamos hasta la última mesa todos en la sala nos miraban. Un hombre de cabello canoso pero aspecto imponente levanto la mirada de unos mapas que observaba. Cuando se levantó, los cuatro soldados se pusieron firmes y le hicieron el saludo militar. El hombre les hizo un gesto y ellos volvieron a relajarse.

-Veo que habéis vuelto de la misión de reconocimiento con un inesperado... compañero. – Dijo con una voz suave aunque destilaba desprecio.

-Señor, hemos capturado a esta Nature a diez kilómetros de aquí. – Kieran habló con voz respetuosa.

-Informadme.

-Perseguimos a la Nature durante dos kilómetros hasta su captura. - ¿Tanto había corrido? A mi me había parecido muy poco – No opuso resistencia a la hora de su captura.

-La teniente Palmer se encargara de su registro, pueden marcharse soldados.

Ellos volvieron a realizar el saludo militar y después se marcharon. La teniente Palmer se materializó a mi derecha. Era una mujer de mediana edad, con rostro estricto y cabello rubio recogido en lo alto de su cabeza. Me cogió del brazo y me guió/empujo hacia la mesa contigua. Me hizo un gesto para que me sentara a la vez que ella. Comenzó a manipular el ordenador, ignorándome por completo. Al cabo de varios minutos dirigió su vista hacia mí.

-Voy a hacerle unas preguntas que debe responderme, ¿de acuerdo? – creo que pensaba que era idiota.

-Si.

-Si, señora – me dijo con voz dura, clavando sus ojos negros en los míos.

-Si, señora – Aunque deseara golpearla hasta cansarme me convenía ser dócil por el bien de mi misión.

-¿Cuál es tu nombre?

-Darla, señora

-¿Sabes que edad tienes? – Podía parecer una pregunta extraña pero muchos Neture no sabían su edad.

-Cumpliré 19 dentro de unos meses – Ella me miro como esperando algo mas – Señora.

-Bien, ¿Tienes alguna enfermedad o alergia?

-Que yo sepa no, señora.

Me miró durante unos segundos, sopesando mis respuestas e intentando averiguar si le había mentido en algo. Al final pareció aceptar la veracidad de mis palabras porque se levantó y me indicó que la imitara. Comenzó a caminar de nuevo hacia al ascensor aunque esta vez las cabezas no se levantaron. Cuando salimos al exterior, la teniente comenzó ha hablarme sobre las reglas del complejo. Tenía prohibido usar mis poderes contra los guardias o contra otros Neture, no podía salir del complejo de entrenamiento sin escolta, el toque de queda empezaba a las nueve de la noche hasta las seis de la mañana, si lo violaba los guardias tomarían las medidas pertinente y se me impondría un castigo, debía respetar el turno de baños y comidas y otras muchas normas. También me explicó que durante mi primera semana se evaluarían el nivel de mis poderes y se me asignaría un compañero de habitación de mi mismo nivel. Los niveles iban del uno al cinco, siendo el cinco el mas débil y el uno el más poderoso. Durante todo el trayecto hacia el complejo de entrenamiento deseé preguntarle donde se alojaban los niños pero me abstuve al pensar que mi pregunta no seria bien recibida y levantaría sospechas. Ya tenia suficiente con Titus, no quería que la teniente Palmer también me tuviera en el punto de mira. De repente apareció ante nosotras un increíble edificio de hormigón. Estaba vallado, con una valla tan alta como la exterior y probablemente también estuviera electrificada. El edificio debía ser el doble de grade que cualquier otro del complejo, con solo cinco pisos pero muy ancho. Estaba vigilado por numerosos guardias armados. Al lado del edificio principal había otro mas pequeño del cual, en ese momento, salían un grupo de jóvenes. Sobre la roja puerta había un cartel que rezaba: Gimnasio. Tras una conversación mantenida entre la teniente y los guardias, las puertas de entrada se abrieron y ambas pasamos al interior, no sin que antes los soldados me cachearan a mi y a la teniente para comprobar que no llevábamos ningún arma. La teniente me guió hacia un pequeño edificio en el que no me había fijado. En el había una joven sentada tras una mesa de madera. Tenia los ojos de color negro y el pelo rubio le caía largo hasta la cintura, en fin, era una autentica belleza y me hizo darme cuenta de que yo tenia el pelo cortado a trasquilones, las rodillas despellejadas y las manos llenas de tierra. La teniente Palmer le ordeno que me entregara un uniforme para recién llegados y después me indicó que entrara en uno de los estrechos cubículos para cambiarme de ropa. Me quité la ropa sucia que llevaba puesta y me puse el uniforme, que consistía en unos pantalones negros que se metían dentro de unas botas, también negras, una camiseta de color negro y una chaqueta roja. Aunque el uniforme era simple, era de mejor calidad que cualquier cosa que yo hubiera poseído alguna vez. La ropa se pegaba como una segunda piel y las botas eran cómodas y de mi talla. Cuando terminé la chica se llevo mi vieja ropa, aunque me permitieron quedarme con la cinta de pelo que había pertenecido a mi madre y que siempre llevaba conmigo para recordarla. Salimos y llegamos al edificio principal, el interior era igual de monótono que el exterior, paredes desnudas, suelo gris y puertas blancas. Allí la teniente me dejo a cargo de un chico que según oí se encargaba de guiar a los nuevos a sus habitaciones. El chico no era muy alto, de unos diecinueve años, pelo castaño y ojos marrones ocultos tras unas gafas negras. Se presentó ante mí como Hamist y me pidió que le siguiera.

-Entonces, ¿cómo es vivir aquí? – Estaba harta de su silencio y además, necesitaba respuestas.

-No esta tan mal, te tratan bien si sigues las normas y no te metes en problemas.

Era obvio que el era uno de esos chicos que nunca se metían en problemas, sentía curiosidad por su don pero se consideraba de mala educación entre los Neture preguntar por el don de alguien.

-¿Y todos aquí siguen las normas? – Pregunté, era el colectivo de rebeldes el que me interesaba ya que podían estar interesados en fugarse.

-Algunos no, pero es mejor no hablar de ellos, no duran mucho aquí. – Dijo, casi parecía asustado por hablar de ello. – Los guardias son muy estrictos con las normas y no se toleran infracciones.

Eso de que los que rompían las reglas no duraban mucho no sonaba muy bien. Era obvio que no iba a sacar mucha información de Hamist así que cambie de tema.

-¿Y nos alojamos todos juntos?

-No, los más jóvenes se alojan en los pisos inferiores mientras que los más mayores tenemos nuestros dormitorios en los superiores. – Adiós a mi esperanza de estar más cerca de mi hermano Gabe. – Por cierto, aquí esta el comedor. – dijo señalando unas puertas de hierro, blancas.

El resto del corto trayecto fue igual, Hamist señalaban cosas que me pudieran interesar, como los baños y la enfermería, y yo intentaba quedarme con el sistema laberíntico de pasillos. Tras varios tramos de escaleras y recorrer dos largos pasillos llegamos a la que seria mi habitación. Tenía el número 634 grabado en la madera de forma irregular. Hamist me dio la llave y se marcho, no sin antes recordarme que la cena se servía a las 7 en el comedor y que si llegaba tarde no cenaría. Inserté la llave en la cerradura y la puerta se abrió con un chirrido. Una chica levantó la vista de un libro que estaba leyendo. Me miró con una mezcla de frialdad y aburrimiento.

-Vaya una nueva. – Su voz era aguda y cantarina. – Bienvenida al infierno.

Un comienzo

Hola, lo primero que debo hacer es presentarme a mi y a mi proyecto. Mi nombre es Anais Serna y mi novela se llama Hielo. Espero que os guste muchisimo y que disfruteis leyendola tanto como yo he disfrutado escribiendola. He de decir que esta historia se situa en un futuro lejano donde la tierra ha cambiado y que la mayoría de sus personajes poseen habilidades extraordinarias, por lo tanto es una novela de fantasia. Para mi vuestros comentarios son realmente importantes ya que soy una escritora novel y toda ayuda para mejorar se agradece enormemente. Bueno pues eso es todo.