miércoles, 19 de enero de 2011

Capitulo 2

-Creo que Hamist se ha callado algunas cosas – Esa fue mi respuesta a la bienvenida de mi nueva compañera de habitación

Ella soltó una carcajada cantarina, tenía una risa melódica y suave. Cerró el libro que estaba leyendo y lo dejó en una pequeña mesita que había al lado de la cama.

-Hamist es un lameculos, por eso tiene privilegios. – Me miró de forma distinta, como evaluándome. – Por cierto, soy Win.

-Darla.

Win era una chica diminuta, mucho más baja que yo, con el pelo castaño recogido en una coleta y unos expresivos ojos azules. Todo esto, sumado a su voz cantarina hacía que pareciera un hada de las viejas historias que me contaba mi madre cuando era pequeña. Ella continuó mirándome mientras cerraba la puerta y me dejé caer sobre la que sería mi cama durante un tiempo que, esperaba, fuera corto. Miré alrededor, grabando en mi memoria la sencilla habitación. Las paredes estaban desnudas, como todas en ese lugar. La cama era terriblemente incomoda, con muelles que se me clavaban en la espalda. Junto a la cama había una pequeña mesita totalmente vacía. Además, un pequeño escritorio de madera que hace tiempo que perdió su brillo y un diminuto armario. Y eso es todo lo que conformaba mi diminuta y compartida habitación, y aunque pueda parecer triste, es el lugar más lujoso en el que he estado. Tras mi inspección a la habitación, me giré de nuevo hacia Win, que no me había quitado los ojos de encima.

-¿Cuál es tu don? – La pregunta me tomó por sorpresa, pues no esperaba tal atrevimiento. Aun así, me agradó lo directa que parecía ser Win

-El hielo – mi respuesta no la satisface completamente, pues me miraba elevando sus perfectas cejas castañas - Puedo controlar el hielo.

-¿A que te refieres? ¿Helar un lago? – entonces fui yo la que soltó una carcajada que la desconcertó.

-No, es más fuerte que eso.

Ella se quedó en silencio durante unos largos minutos, pensando en mis palabras. Llevaba tanto tiempo sumida en sus pensamientos que creí que nuestra conversación había terminado, pero entonces ella volvió a hablar.

-¿Y que haces aquí entonces? – Me preguntó, con su voz cantarina destilando enfado.

-Simplemente me capturaron, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. – No podía decirle la verdad, no debía confiar en nadie.

-Mientes – tuvo que ver la sorpresa en mi cara porque sonrió – Es normal que no quieras decírmelo, mucha gente aquí no cuenta sus historias, es mas fácil para ellos.

-¿Y tu cuentas tu historia? – Sentía curiosidad por saber como había llegado ella aquí.

-Cuando tu confíes en mi, tal vez yo te cuente mi historia, pero te advierto que no es agradable.

-No creo que la historia de ninguno de los que estamos aquí sea bonita.

De repente, comenzó a sonar una irritante sirena que hizo que me llevara mis manos a los oídos. Win parecía indiferente al estruendoso sonido y se dedicó a pensar mirando al infinito. Por fin, el sonido disminuyó de intensidad hasta dejar de sonar con un último gemido ahogado. Win se levantó y me fijé en que no llevaba el uniforme, sino que vestía unos cómodos pantalones verdes y una camiseta de manga corta de un tono más oscuro. Se dirigió al minúsculo armario y se cambió de ropa. Cuando se quitó la camiseta me fijé en que tenía pálidas cicatrices que recorrían la totalidad de su espalda. Me moría por preguntar pero finalmente me mordí la lengua, recordando sus palabras de hace un momento: “Cuando tu confíes en mi, tal vez yo te cuente mi historia”. Ella se giró y pareció sorprenderse de que siguiera sentada en la cama. Me miró con sus delgadas cejas enarcadas, mientras, a su vez, yo la miraba desconcertada. Por fin, ella pareció darse cuenta de que solo llevaba en ese lugar un par de horas.

-Esa era la campana de la cena, si no te das prisa llegaremos tarde. Y no se tu pero yo me muero de hambre. – Para recalcar sus palabras se acercó y me cogió de la mano tirando de mi para levantarme. Para ser tan menuda tenía mucha fuerza.

La seguí, dejando mi recién conocida habitación para internarnos en unos pasillos que no había visto en mi anterior visita con Hamist. En el pasillo nos encontramos con más chicos y chicas de mi edad que saludaban calurosamente a Win y me miraban con la curiosidad típica de unos adolescentes. Algunos, los que parecían más mayores, me hacían una inclinación de cabeza, mientras que los más jóvenes, chicos de unos quince años, me saludaban afablemente. Intenté seguir a Win sin quedarme atrás ya que culebreaba rápidamente entre la masa de personas y ya apenas la veía. Bajando las escaleras la perdí totalmente entre la marea de chicos y chicas que se empujaban para no llegar tarde a la hora de la cena. No ví a ningún niño, todos parecían tener más de 14 años, pero esperaba encontrar a Gabe en el comedor.

Cuando entré en el comedor mis esperanzas cayeron al suelo y fueron pisoteadas por cientos de presurosos pies. No había ningún niño en el comedor y cuando le pregunté a Win, ella me informó de que los niños comían una hora antes. El comedor estaba lleno de gente, que corrían a sentarse en la mesa en la que estaban sus amigos. Me fijé en una mesa que estaba frente a las otras y que estaba ocupada por algunos militares, aunque aun había muchos huecos vacíos. Win me cogió del brazo y me empujó entre la multitud hacia una de las largas mesas donde se sientan los estudiantes. Parecía tensa mientras nos abríamos paso y sus ojos recorrían la multitud, como si buscara a alguien. Cuando por fin llegamos a la mesa, Win pareció relajarse un poco. La miré con curiosidad pero ella no parecía prestarme atención. Los demás chicos terminaron de sentarse, el comedor bullía con las conversaciones a gritos. Un grupo de tres jóvenes, de unos veinte años, entraron al comedor cuando todo el mundo estaba ya sentado. Las conversaciones se apagaban a su paso y los ojos se desviaban hacia ellos. Todos eran diferentes, pero a su vez tenían algo en común, los tres poseían una poderosa aura de poder contenido, imperceptible para la mayoría. Uno de ellos era alto, con el pelo largo y totalmente negro, sus ojos, similares al mar durante una tormenta, de un azul oscuro salvaje. Otro era muy musculoso, tenía el pelo muy corto y del color del trigo, con cada paso que daba sus músculos se contraían bajo la camiseta como si intentaran quitarse a la piel de encima para salir a la superficie, sus ojos eran del color de las almendras que tostaba mi madre las noches de invierno. El ultimo de ellos, era también el más alto, su pelo era el más hermosos que he visto nunca, castaño, pero cuando la luz incidía en él, le arrancaba destellos rojos, amarillos y azules, como si fuera una llama. Sus increíbles ojos azules recorrían el comedor, mirando a todos y a nadie. El joven musculoso se separó de sus compañeros y se dirigió a nuestra mesa, la confusión inicial parecía haber pasado pues las conversaciones se volvieron a iniciar, primero en susurros pero cada vez mas altas. El chico caminaba directamente a donde estábamos nosotras, sonriendo y mirando la espalda de Win, que no se había girado como los demás cuando había entrado el grupo. El joven se sentó en la silla junto a Win, y me miró sonriendo.

-Tu debes de ser la nueva. – Su voz era suave y pausada, agradable. – Encantado de conocerte, soy Caleb.

Caleb parecía poseer un entusiasmo contagioso, porque me vi sonriendo en respuesta.

-Yo soy Darla.

-No hables con él. – La voz cargada de reproche de Win me sorprendió y pareció sorprender también a Caleb.

Él la miraba, extrañado y sorprendido, pero después una dulce sonrisa apareció en su hermoso rostro, como si quisiera iluminar el comedor. Win intentaba ignorarle pero podía ver claramente como le miraba de reojo y como su fría mascara de enfado se iba rompiendo por efecto de la sonrisa de Caleb.

-No has venido en días – La voz de Win era apenas un susurro y Caleb tuvo que inclinar su gran corpachón para lograr escucharla.

-Perdoname, Winny. Ya sabes que si hubiera podido habría venido. – La cara de Caleb era sincera y Win le sonrió, su enfado completamente disuelto.

-Bueno, Winny, ¿cuándo traen aquí la comida? – La mirada que me dirigió Win me hizo soltar una carcajada.

En el momento en el que iba a responderme entró el imponente hombre al que había visto en la oficina. Todos se pusieron rápidamente de pie y las conversaciones fueron ahogadas en un mar de silencio. Tras el hombre entraron otros oficiales, entres los que se encontraba la Teniente Palmer. También entraron otros soldados fuertemente armados que se colocaron en las esquinas del comedor. Todo el mundo estaba completamente en silencio y todas las miradas estaban fijas en el imponente hombre. Este se situó frente a las mesas y recorrió la sala, clavando su mirada en algunos rostros y pasando de largo sobre otros.

-Como cada semana, tenemos el placer de elegir a un nuevo guía para los nuevos estudiantes de nuestro centro. Esta semana este honor ha recaído sobre Hamist, que lo logró gracias a su esfuerzo y disciplina. – Hamist dió un paso al frente y realizó una respetuosa inclinación de cabeza. – La semana venidera este preciado cargo lo llevara, por su respeto a la autoridad, Tibetta. – Una frondosa joven de alborozadas mejillas y cabello del color de las zanahorias, caminó hasta donde se encontraba Hamist. Éste le entregó lo que parecía una cinta dorada. – Y ahora… - El hombre se quedó en silencio, dirigió la mirada a un chico de unos catorce años que estaba susurrando a su amigo, hizó un gesto imperceptible a los guardias que se adelantaron y cogieron al chico de los brazos, empujándole hasta sacarle de la sala mientras este se debatía y gritaba. La sala quedó más silenciosa aún. – Bueno, ahora a comer.

Después de esto, el hombre, seguido de algunos más, abandonó la sala. Las conversaciones volvieron a sonar pero ya no eran alegres, sino preocupadas y airadas. Mientras, de unas puertas en las que no me había fijado salieron varias personas con grandes bandejas repletas de platos. Cuando pusieron uno delante de mi, vi que consistían en un filete de carne desconocida y una especie de pasta blanca. Cuando hundí mi tenedor en ella con cara de asco Win y Caleb soltaron una carcajada.

-Es puré de patatas. – Win volvió a reír al ver mi desconcertada expresión. - ¿Nunca has comido puré de patatas?

-No se si recuerdas que he vivido 18 años en la selva, allí las patatas son de verdad.

Ellos volvieron a reírse de mi, disfrutando de algún tipo de broma privada. Cuando se calmaron lo suficiente para volver a hablar, me miraron con disculpa.

-Lo lamento, pero es que los nuevos siempre tenéis esa expresión de desconcierto cuando veis lo que comemos. – Mientras decía esto, Caleb se secaba las lagrimas de los ojos. – Es una pena que tu primera comida aquí sea así, pero debes acostumbrarte a que la comida no se parezca a comida.

-Y también a que no sepa como comida –Dijo Win, riéndose de nuevo.

-Bueno, ahora hagamos las preguntas delicadas. – Caleb se había puesto relativamente serio, ya que una sonrisa asomaba a sus labios. – Para conocer a alguien aquí hay que saber quien le capturo, así que, dulzura, queremos nombres.

Me quedé en silencio, a medio camino de llevarme el tenedor a la boca. Les miré y me di cuenta de que Caleb hablaba muy en serio. Volví a dejar el tenedor en el plato y respiré hondo.

-Uno de ellos se llamaba Aarón. – Les dije, esperando con que eso bastase.

-Entonces conocerás también a Alan, son hermanos y siempre van a las misiones juntos. – Caleb reflexionó un segundo. - Son los guardias más majos de este lugar, bastante divertidos y nos permiten hacer muchas cosas.

Caleb pareció dejar el tema así que volví a coger el tenedor para comer un poco de esa extraña masa, pero volvieron a interrumpirme cuando estaba a punto de meterme el tenedor en la boca.

-¿Y los demás? – Por el tono de voz de Win supe que ella no me dejaría esquivar el tema por mucho que yo lo intentara.

Un poco exasperada por que no me dejaban comer y por que no quería hablar de Titus ni de Kieran respondí:

-Los otros dos guardias eran Titus. – Ellos hicieron un sonido como si el nombre les doliera. – Y Kieran.

Al pronunciar su nombre los ojos de ambos se abrieron desmesuradamente.

-Que te haya tocado Titus es casualidad pero que te haya tocado también Kieran eso es que le caes muy mal a alguien de arriba.

Y eso que no les había dicho lo que había pasado en la selva. Cuando dos pares de ojos abiertos como platos me miraron, no pude evitar esbozar una sonrisa. Aunque a mi sus caras me parecían divertidas ellos parecían realmente preocupados. Como no tenía ningunas ganas de preocuparme aún más de lo que ya estaba, decidí ignorarlos e intentar de comer. De nuevo, justo cuando iba a meterme el tenedor en la boca, Caleb volvió a interrumpirme. Deje el tenedor en el plato y me resigne a no cenar.

- Estas en serios problemas, dulzura. -La voz de Caleb también parecía resignada.

Iba a darle una respuesta mordaz cuando un suave toque en mi hombro me hizo dar un respingo. Gire el rostro para encontrarme con los ojos verdes de Tibetta, que esbozó una tímida sonrisa.

-Hola, soy la guía de los alumnos. - Ella se quedo en silencio, como esperando algo.

- Oh, enhorabuena, Tibetta. - Ella me dio una sonrisa encantadora que hizo que sus gordinflones carrillos se elevaran.

- Te he traído tu horario de clases, en el está la clase, el profesor y el lugar donde es la clase. - Me entregó una hoja de papel rosado y se marcho.

Mire mi horario por encima y un nombre hizo que soltara un gruñido.

- Déjame adivinar, Titus te da la clase de adiestramiento militar. - Mire a Caleb reflejando en mis ojos todas las palabrotas que había aprendido en mis 18 años de vida.

- Entonces iras conmigo.

- ¿Y tú qué? - le pregunte a Caleb.

- ¿Yo? - El rió y dirigió una mirada a la mesa donde se encontraba el chico de ojos tormentosos y el del cabello espectacular. - Fuerzas especiales, dulzura.

- No me gusta que me llames dulzura.

- Pues te tendrás que aguantar. - El me sonrió con esa bonita sonrisa. - Dulzura.

Yo negué, no valía la pena discutir con esa sonrisa.

De repente volvió a sonar esa horrible sirena que parecía tener la intención de destrozarme los tímpanos. Todos se levantaron, aunque no hubieran terminados sus platos, y volvió a engullirme esa marea humana. Me deje arrastrar, detrás de Caleb y Win hasta nuestro piso. Después ambos se separaron y Win me empujó hasta una puerta. Cuando entré me detuve en seco, desconcertada ante los instrumentos que había en la sala, tan desconocidos para mí.

- Es el baño. - Dijo Win ante mi mirada y mi parálisis.

Yo había deducido que era el baño pero jamás me había imaginado que las duchas que describía mi madre eran así. Win me indicó que cogiera una toalla y una muda limpia de un pequeño montón que había y después me dirigí a la ducha. Desgraciadamente estas duchas no tenían agua caliente como las de mi madre y cuando termine de ducharme estaba tiritando de frio. Win estaba cepillándose el pelo y me acerque a ella.

Me quede totalmente paralizada cuando vi por primera vez mi reflejo. En realidad sí que lo había visto pero nunca en un espejo, yo solo lo había visto en el agua del lago. Mire a esa extraña que me miraba, fijándome en todos los detalles. Me di cuenta de que me parecía bastante a mi madre. Ojos grandes y verdes, cabello muy claro por la constante incidencia del sol, pómulos marcados. Pero también me di cuenta de que era totalmente distinta, mi nariz era pequeña, mi pelo estaba cortado de forma irregular hasta el cuello y caía sobre mis ojos, mi boca de labios rojizos. También me fije en que estaba bastante delgada y se me marcaban las costillas, mis pechos eran pequeños y mi piel estaba bronceada por el sol.

Win me sacudió el brazo y me miro comprensivamente. Cuando salimos del baño, estaba más limpia que nunca. Cuando llegamos a nuestra habitación y vi la pequeña cama me di cuenta de que estaba increíblemente cansada, como no tenía nada parecido a la ropa de dormir que usaba Win, me deje caer sobre el duro colchón y rápidamente me entregué a los dulces brazos de Morfeo.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Capitulo 1

Hay veces que te dices a ti mismo basta, es suficiente. Momentos en los que piensas que es hora de plantarte y pelear por ti misma, de olvidar cual es tu objetivo y luchar contra el dolor, la humillación, dejar suelta a la bestia que llevas dentro para acabar con todo. Yo no puedo decir basta ni puedo luchar. Debo soportar el dolor de los golpes en mi cuerpo y la humillación de ser tratada como un animal. Mi objetivo es más importante que mi rabia y mi odio y ningún golpe me harán olvidarlo. Mi objetivo es salvar a mi hermano. Por el, he sido torturada, he tratado a mis torturadores con respeto, me he arrastrado como un perro y ahora voy a luchar en una guerra y a matar. Mi nombre es Darla y esta es mi historia.

2 meses antes
-Estas loca.
Esas simples palabras pronunciadas hacía días por un amigo resonaban en ese momento en mi mente de forma ensordecedora. Si, estaba completamente loca. Pero también sabía que esa locura es lo único que iba ha permitirme seguir adelante con mi plan. Iba a dejarme capturar por los enemigos de mi gente para salvar a mi hermano pequeño de una muerte horrible luchando en una guerra. Como iba diciendo, estaba absolutamente loca. Las palabras seguían sonando en mi cabeza apenas ahogadas por el ruido del aerodeslizador persiguiéndome y el ruido de las balas al impactar en los trocos de los arboles por los que unos segundos antes había pasado en mi falsa huida. Mi cuerpo era todo instinto y se movía rápido y ágil, saltando en el momento justo y evitando las balas por milímetros. En realidad, jamás pensé que fuera así. La captura, digo. Nunca había visto como capturaban a nadie, pero me había creado una imagen mental que difería mucho de la realidad. El hecho de que me dispararan con balas reales indicaba que les importa muy poco si vivía o moría, así que debía hacer que les importara capturarme, debía ponérselo fácil. Ví una raíz unos diez metros delante mía, lista para que mi pie se enganchara en ella. Al caer al suelo mis músculos protestaron, mis rodillas ardieron en carne viva y mi cabeza dio vueltas al golpearme con una piedra. Me quede en el suelo, fingiendo estar más desorientada de lo que estaba e interpretando mi papel a la perfección. Ahora llegaba lo mas difícil, esperar a que decidieran si mi vida valia lo suficiente para capturarme o si era absolutamente inservible y por lo tanto, me mataran. En silencio, lanzé una plegaria a la diosa naturaleza para que su decisión no fuera la segunda. Por un segundo pensé que me iban a matar, que todo había sido en vano y que mi hermano estaba destinado a luchar en una guerra como carne de cañón, pero en el ultimo segundo, un segundo antes de que callera en mi pequeño pozo de autocompasión, oi los motores del aerodeslizador apagarse y la compuerta abrirse. Preferí mantener los ojos cerrados y no ver el rostro de esos monstruos que me iban a llevar a una guerra. Ojala también hubiera sido posible taparme los oídos ya que sus voces llegaban a mi con dolorosa claridad.
- ¿Estas seguro de que vale la pena? Parece un chico muy enclenque.
El intelecto de este hombre no debía de llegar ni al de un mosquito ya que me había confundido con un chico, y en cierto modo estaba insultando a los mosquitos.
- Claro que vale la pena, sigue vivo después de dos kilómetros esquivando balas a toda velocidad, el chico es fuerte.
Este parecía menos duro de entendederas que el anterior aunque aun no se había dado cuenta de que soy una chica. El hecho de que no me hubieran esposado aun, hablaba mucho de ellos, o eran tan arrogantes que creian que no necesitaban esposarme porque al menor movimiento estaría muerta o es que yo realmente parecia débil. La verdad es que nunca me había visto en un espejo, no hay espejos en la selva.
Ellos seguían con su estúpida cháchara hasta que uno de ellos se agachó delante de mí y me quitó mi corto pelo de la cara.
- Es una chica.

Muy agudo, genio. Esa frase estuvo a punto de salir de mis labios cuando ese soldado dijo que era una chica como si dijera que tenía dos narices. El silencio se instalo en el grupo mientras notaba varios pares de ojos fijos en mí. Por fin me decidí en abrir los ojos y mirarles. Había cuatro soldados. Todos llevaban uniforme militar e iban armados con armas automáticas. Todos eran diferentes y a la vez tenían un destacable rasgo en común. Ellos me miraban fijamente y yo recorrí sus rostros, mirándoles a los ojos. Marrones, verdes, marrones, grises... Todos me miraban como bobos menos el joven de los ojos grises. Su mirada era fría, desapasionada.
- Esposadla. - Su voz era oscura, grave, e hizo que un escalofrió descendiera por mi espalda.
- ¿Que pasa, Kieran? ¿Tienes miedo de una chica? - Los idiotas soltaron una carcajada.
Si supieran que les mataría sin balizar seguro que no se reirían
- Puede que sea una chica pero sigue siendo una Neture.
Así es como los soldados y ciudadanos de las ciudades nos llamaban. Neture, un derivado de naturales, aquellos que vivíamos en la naturaleza, lejos de la monotonía, el control y la aparente seguridad de las ciudades, aquellos que habíamos recibido dones de la naturaleza, personas como yo y mi hermano. Los Neture éramos perseguidos, asesinados o capturados y, en el segundo caso, obligados a luchar en la guerra por los pocos recursos que quedaban. Luchábamos en el ejército de la ciudad que nos había capturado y era casi imposible escapar vivo.
Unos de los soldados se agacho a colocarme las esposas, al levantarse puso unas de sus manos en mi pierna y me susurro al oído:
- Tal vez, tú y yo podamos divertirnos después.
La furia creció en mi interior y la vertí al exterior. Antes de deciros el resultado debería decir que mi don es controlar, moldear a voluntad, usar como arma o como defensa el hielo. De modo que cuando vertí mi poder al exterior la mano del hombre comenzó a congelarse y una capa de hielo la cubrió antes de que el pudiera apartarla. El, asustado, cayó hacia atrás.
- Maldita zorra.
Su mano se movió a tanta velocidad que apenas la vi, pero si que sentí el lacerante dolor en mi rostro cuando su puño golpeó mi mejilla. La mano del soldado se levantó para golpearme de nuevo. Cerré los ojos con fuerza, esperando un golpe que nunca llegó. Cuando me sentí lo suficientemente valiente para abrirlos de nuevo vi al soldado que me había golpeado con el brazo inmovilizado a la espalda. El joven de ojos grises sujetaba su brazo en un ángulo doloroso y tenía sus ojos clavados en los míos.
- Si vuelves a pegarle te romperé el brazo.
Los otros soldados estaban totalmente anonadados y no sabían si intervenir o no. En cuanto a mi, me avergüenza decir que estaba totalmente hipnotizada por esos ojos de color de la plata fundida. Por un lado estaba aturdida por este acto en mi defensa, pero por otro tenia miedo por las repercusiones que esto podía suponer en mi misión. Finalmente el soldado, Kieran, soltó el brazo de su compañero y desvió la mirada, liberándome de su hechizo. El hombre se cogió el hombro, acariciándoselo para intentar aliviar el dolor a la vez que me dirigía una mirada cargada de odio que hizo que un escalofrió me recorriera la espalda. Los otros dos idiotas salieron por fin de su estupor y se pusieron en movimiento, agachándose para ponerme de pié. Entre miradas de odio, miradas intensas y la mirada de los dos bobos, todos nos encaminamos hacia el aerodeslizador. Cuando mis ojos se volvieron a cruzar con los plateados ojos de Kieran fui yo la que desvié la mirada, solo para encontrarme con el odio concentrado del soldado que me había pegado.
Fantástico pensé con tono pesimista, La misión se ha complicado

El viaje en aerodeslizador fue breve y durante el no descubrí ninguna información útil. Principalmente me dediqué a escuchar la conversación que mantenían los dos bobos, de la cual descubrí que se llamaban Perdin y Lotte, que el soldado que me había pegado era Titus y que eran de Wasteland*, una de las ciudades más poderosas. También descubrí que me llevaban a un complejo de entrenamiento militar a unos cien kilómetros de la ciudad. El viaje se me paso rápidamente sentada entre Perdin y Lotte y cuando el aerodeslizador comenzó a descender habían pasado diez minutos. Me levante cuando ellos lo hicieron y me condujeron fuera del aparato. La pista de aterrizaje estaba vacía pero cuando vieron que los militares traían una compañera inesperada comenzó a llegar gente. Ellos me condujeron a un edificio de paredes de hormigón y las personas que se cruzaban en nuestro camino les sonreían y felicitaban aunque a mi me miraban con desprecio. A mi me daba igual como me miraban, yo estaba concentrada en observar las medidas de seguridad del complejo. Pude ver varias cámaras de seguridad, soldados armados que hacían guardia en el edificio central y en las cuatro torres de vigilancia. La valla que rodeaba el lugar era por lo menos de cuatro metros, con una corona de cable de espino y electrificada.

-Hay minas alrededor del campo, por si te interesa. – La voz de Titus me sobresaltó y lo peor es que me había pillado in fraganti.

Soltó una carcajada siniestra que me heló la sangre en las venas. Iba a tener problemas con este soldado. Lotte saludó al militar que hacia guarda frente a la única puerta de entrada del edificio, este dijo algo por el auricular, asintió y nos abrió la puerta. El interior del edificio estaba lleno de mesas con ordenadores, así que supuse que sería un edificio de oficinas, aunque nunca había visto uno. Continuamos caminando hasta unos ascensores que se encontraban en el fondo del edificio y subimos seis pisos. Esa planta tenía el mismo aspecto que la anterior pero las personas que se encontraban allí parecían tener más rango. Las cabezas se levantaban a nuestro paso hasta el punto de que cuando llegamos hasta la última mesa todos en la sala nos miraban. Un hombre de cabello canoso pero aspecto imponente levanto la mirada de unos mapas que observaba. Cuando se levantó, los cuatro soldados se pusieron firmes y le hicieron el saludo militar. El hombre les hizo un gesto y ellos volvieron a relajarse.

-Veo que habéis vuelto de la misión de reconocimiento con un inesperado... compañero. – Dijo con una voz suave aunque destilaba desprecio.

-Señor, hemos capturado a esta Nature a diez kilómetros de aquí. – Kieran habló con voz respetuosa.

-Informadme.

-Perseguimos a la Nature durante dos kilómetros hasta su captura. - ¿Tanto había corrido? A mi me había parecido muy poco – No opuso resistencia a la hora de su captura.

-La teniente Palmer se encargara de su registro, pueden marcharse soldados.

Ellos volvieron a realizar el saludo militar y después se marcharon. La teniente Palmer se materializó a mi derecha. Era una mujer de mediana edad, con rostro estricto y cabello rubio recogido en lo alto de su cabeza. Me cogió del brazo y me guió/empujo hacia la mesa contigua. Me hizo un gesto para que me sentara a la vez que ella. Comenzó a manipular el ordenador, ignorándome por completo. Al cabo de varios minutos dirigió su vista hacia mí.

-Voy a hacerle unas preguntas que debe responderme, ¿de acuerdo? – creo que pensaba que era idiota.

-Si.

-Si, señora – me dijo con voz dura, clavando sus ojos negros en los míos.

-Si, señora – Aunque deseara golpearla hasta cansarme me convenía ser dócil por el bien de mi misión.

-¿Cuál es tu nombre?

-Darla, señora

-¿Sabes que edad tienes? – Podía parecer una pregunta extraña pero muchos Neture no sabían su edad.

-Cumpliré 19 dentro de unos meses – Ella me miro como esperando algo mas – Señora.

-Bien, ¿Tienes alguna enfermedad o alergia?

-Que yo sepa no, señora.

Me miró durante unos segundos, sopesando mis respuestas e intentando averiguar si le había mentido en algo. Al final pareció aceptar la veracidad de mis palabras porque se levantó y me indicó que la imitara. Comenzó a caminar de nuevo hacia al ascensor aunque esta vez las cabezas no se levantaron. Cuando salimos al exterior, la teniente comenzó ha hablarme sobre las reglas del complejo. Tenía prohibido usar mis poderes contra los guardias o contra otros Neture, no podía salir del complejo de entrenamiento sin escolta, el toque de queda empezaba a las nueve de la noche hasta las seis de la mañana, si lo violaba los guardias tomarían las medidas pertinente y se me impondría un castigo, debía respetar el turno de baños y comidas y otras muchas normas. También me explicó que durante mi primera semana se evaluarían el nivel de mis poderes y se me asignaría un compañero de habitación de mi mismo nivel. Los niveles iban del uno al cinco, siendo el cinco el mas débil y el uno el más poderoso. Durante todo el trayecto hacia el complejo de entrenamiento deseé preguntarle donde se alojaban los niños pero me abstuve al pensar que mi pregunta no seria bien recibida y levantaría sospechas. Ya tenia suficiente con Titus, no quería que la teniente Palmer también me tuviera en el punto de mira. De repente apareció ante nosotras un increíble edificio de hormigón. Estaba vallado, con una valla tan alta como la exterior y probablemente también estuviera electrificada. El edificio debía ser el doble de grade que cualquier otro del complejo, con solo cinco pisos pero muy ancho. Estaba vigilado por numerosos guardias armados. Al lado del edificio principal había otro mas pequeño del cual, en ese momento, salían un grupo de jóvenes. Sobre la roja puerta había un cartel que rezaba: Gimnasio. Tras una conversación mantenida entre la teniente y los guardias, las puertas de entrada se abrieron y ambas pasamos al interior, no sin que antes los soldados me cachearan a mi y a la teniente para comprobar que no llevábamos ningún arma. La teniente me guió hacia un pequeño edificio en el que no me había fijado. En el había una joven sentada tras una mesa de madera. Tenia los ojos de color negro y el pelo rubio le caía largo hasta la cintura, en fin, era una autentica belleza y me hizo darme cuenta de que yo tenia el pelo cortado a trasquilones, las rodillas despellejadas y las manos llenas de tierra. La teniente Palmer le ordeno que me entregara un uniforme para recién llegados y después me indicó que entrara en uno de los estrechos cubículos para cambiarme de ropa. Me quité la ropa sucia que llevaba puesta y me puse el uniforme, que consistía en unos pantalones negros que se metían dentro de unas botas, también negras, una camiseta de color negro y una chaqueta roja. Aunque el uniforme era simple, era de mejor calidad que cualquier cosa que yo hubiera poseído alguna vez. La ropa se pegaba como una segunda piel y las botas eran cómodas y de mi talla. Cuando terminé la chica se llevo mi vieja ropa, aunque me permitieron quedarme con la cinta de pelo que había pertenecido a mi madre y que siempre llevaba conmigo para recordarla. Salimos y llegamos al edificio principal, el interior era igual de monótono que el exterior, paredes desnudas, suelo gris y puertas blancas. Allí la teniente me dejo a cargo de un chico que según oí se encargaba de guiar a los nuevos a sus habitaciones. El chico no era muy alto, de unos diecinueve años, pelo castaño y ojos marrones ocultos tras unas gafas negras. Se presentó ante mí como Hamist y me pidió que le siguiera.

-Entonces, ¿cómo es vivir aquí? – Estaba harta de su silencio y además, necesitaba respuestas.

-No esta tan mal, te tratan bien si sigues las normas y no te metes en problemas.

Era obvio que el era uno de esos chicos que nunca se metían en problemas, sentía curiosidad por su don pero se consideraba de mala educación entre los Neture preguntar por el don de alguien.

-¿Y todos aquí siguen las normas? – Pregunté, era el colectivo de rebeldes el que me interesaba ya que podían estar interesados en fugarse.

-Algunos no, pero es mejor no hablar de ellos, no duran mucho aquí. – Dijo, casi parecía asustado por hablar de ello. – Los guardias son muy estrictos con las normas y no se toleran infracciones.

Eso de que los que rompían las reglas no duraban mucho no sonaba muy bien. Era obvio que no iba a sacar mucha información de Hamist así que cambie de tema.

-¿Y nos alojamos todos juntos?

-No, los más jóvenes se alojan en los pisos inferiores mientras que los más mayores tenemos nuestros dormitorios en los superiores. – Adiós a mi esperanza de estar más cerca de mi hermano Gabe. – Por cierto, aquí esta el comedor. – dijo señalando unas puertas de hierro, blancas.

El resto del corto trayecto fue igual, Hamist señalaban cosas que me pudieran interesar, como los baños y la enfermería, y yo intentaba quedarme con el sistema laberíntico de pasillos. Tras varios tramos de escaleras y recorrer dos largos pasillos llegamos a la que seria mi habitación. Tenía el número 634 grabado en la madera de forma irregular. Hamist me dio la llave y se marcho, no sin antes recordarme que la cena se servía a las 7 en el comedor y que si llegaba tarde no cenaría. Inserté la llave en la cerradura y la puerta se abrió con un chirrido. Una chica levantó la vista de un libro que estaba leyendo. Me miró con una mezcla de frialdad y aburrimiento.

-Vaya una nueva. – Su voz era aguda y cantarina. – Bienvenida al infierno.