miércoles, 19 de enero de 2011

Capitulo 2

-Creo que Hamist se ha callado algunas cosas – Esa fue mi respuesta a la bienvenida de mi nueva compañera de habitación

Ella soltó una carcajada cantarina, tenía una risa melódica y suave. Cerró el libro que estaba leyendo y lo dejó en una pequeña mesita que había al lado de la cama.

-Hamist es un lameculos, por eso tiene privilegios. – Me miró de forma distinta, como evaluándome. – Por cierto, soy Win.

-Darla.

Win era una chica diminuta, mucho más baja que yo, con el pelo castaño recogido en una coleta y unos expresivos ojos azules. Todo esto, sumado a su voz cantarina hacía que pareciera un hada de las viejas historias que me contaba mi madre cuando era pequeña. Ella continuó mirándome mientras cerraba la puerta y me dejé caer sobre la que sería mi cama durante un tiempo que, esperaba, fuera corto. Miré alrededor, grabando en mi memoria la sencilla habitación. Las paredes estaban desnudas, como todas en ese lugar. La cama era terriblemente incomoda, con muelles que se me clavaban en la espalda. Junto a la cama había una pequeña mesita totalmente vacía. Además, un pequeño escritorio de madera que hace tiempo que perdió su brillo y un diminuto armario. Y eso es todo lo que conformaba mi diminuta y compartida habitación, y aunque pueda parecer triste, es el lugar más lujoso en el que he estado. Tras mi inspección a la habitación, me giré de nuevo hacia Win, que no me había quitado los ojos de encima.

-¿Cuál es tu don? – La pregunta me tomó por sorpresa, pues no esperaba tal atrevimiento. Aun así, me agradó lo directa que parecía ser Win

-El hielo – mi respuesta no la satisface completamente, pues me miraba elevando sus perfectas cejas castañas - Puedo controlar el hielo.

-¿A que te refieres? ¿Helar un lago? – entonces fui yo la que soltó una carcajada que la desconcertó.

-No, es más fuerte que eso.

Ella se quedó en silencio durante unos largos minutos, pensando en mis palabras. Llevaba tanto tiempo sumida en sus pensamientos que creí que nuestra conversación había terminado, pero entonces ella volvió a hablar.

-¿Y que haces aquí entonces? – Me preguntó, con su voz cantarina destilando enfado.

-Simplemente me capturaron, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. – No podía decirle la verdad, no debía confiar en nadie.

-Mientes – tuvo que ver la sorpresa en mi cara porque sonrió – Es normal que no quieras decírmelo, mucha gente aquí no cuenta sus historias, es mas fácil para ellos.

-¿Y tu cuentas tu historia? – Sentía curiosidad por saber como había llegado ella aquí.

-Cuando tu confíes en mi, tal vez yo te cuente mi historia, pero te advierto que no es agradable.

-No creo que la historia de ninguno de los que estamos aquí sea bonita.

De repente, comenzó a sonar una irritante sirena que hizo que me llevara mis manos a los oídos. Win parecía indiferente al estruendoso sonido y se dedicó a pensar mirando al infinito. Por fin, el sonido disminuyó de intensidad hasta dejar de sonar con un último gemido ahogado. Win se levantó y me fijé en que no llevaba el uniforme, sino que vestía unos cómodos pantalones verdes y una camiseta de manga corta de un tono más oscuro. Se dirigió al minúsculo armario y se cambió de ropa. Cuando se quitó la camiseta me fijé en que tenía pálidas cicatrices que recorrían la totalidad de su espalda. Me moría por preguntar pero finalmente me mordí la lengua, recordando sus palabras de hace un momento: “Cuando tu confíes en mi, tal vez yo te cuente mi historia”. Ella se giró y pareció sorprenderse de que siguiera sentada en la cama. Me miró con sus delgadas cejas enarcadas, mientras, a su vez, yo la miraba desconcertada. Por fin, ella pareció darse cuenta de que solo llevaba en ese lugar un par de horas.

-Esa era la campana de la cena, si no te das prisa llegaremos tarde. Y no se tu pero yo me muero de hambre. – Para recalcar sus palabras se acercó y me cogió de la mano tirando de mi para levantarme. Para ser tan menuda tenía mucha fuerza.

La seguí, dejando mi recién conocida habitación para internarnos en unos pasillos que no había visto en mi anterior visita con Hamist. En el pasillo nos encontramos con más chicos y chicas de mi edad que saludaban calurosamente a Win y me miraban con la curiosidad típica de unos adolescentes. Algunos, los que parecían más mayores, me hacían una inclinación de cabeza, mientras que los más jóvenes, chicos de unos quince años, me saludaban afablemente. Intenté seguir a Win sin quedarme atrás ya que culebreaba rápidamente entre la masa de personas y ya apenas la veía. Bajando las escaleras la perdí totalmente entre la marea de chicos y chicas que se empujaban para no llegar tarde a la hora de la cena. No ví a ningún niño, todos parecían tener más de 14 años, pero esperaba encontrar a Gabe en el comedor.

Cuando entré en el comedor mis esperanzas cayeron al suelo y fueron pisoteadas por cientos de presurosos pies. No había ningún niño en el comedor y cuando le pregunté a Win, ella me informó de que los niños comían una hora antes. El comedor estaba lleno de gente, que corrían a sentarse en la mesa en la que estaban sus amigos. Me fijé en una mesa que estaba frente a las otras y que estaba ocupada por algunos militares, aunque aun había muchos huecos vacíos. Win me cogió del brazo y me empujó entre la multitud hacia una de las largas mesas donde se sientan los estudiantes. Parecía tensa mientras nos abríamos paso y sus ojos recorrían la multitud, como si buscara a alguien. Cuando por fin llegamos a la mesa, Win pareció relajarse un poco. La miré con curiosidad pero ella no parecía prestarme atención. Los demás chicos terminaron de sentarse, el comedor bullía con las conversaciones a gritos. Un grupo de tres jóvenes, de unos veinte años, entraron al comedor cuando todo el mundo estaba ya sentado. Las conversaciones se apagaban a su paso y los ojos se desviaban hacia ellos. Todos eran diferentes, pero a su vez tenían algo en común, los tres poseían una poderosa aura de poder contenido, imperceptible para la mayoría. Uno de ellos era alto, con el pelo largo y totalmente negro, sus ojos, similares al mar durante una tormenta, de un azul oscuro salvaje. Otro era muy musculoso, tenía el pelo muy corto y del color del trigo, con cada paso que daba sus músculos se contraían bajo la camiseta como si intentaran quitarse a la piel de encima para salir a la superficie, sus ojos eran del color de las almendras que tostaba mi madre las noches de invierno. El ultimo de ellos, era también el más alto, su pelo era el más hermosos que he visto nunca, castaño, pero cuando la luz incidía en él, le arrancaba destellos rojos, amarillos y azules, como si fuera una llama. Sus increíbles ojos azules recorrían el comedor, mirando a todos y a nadie. El joven musculoso se separó de sus compañeros y se dirigió a nuestra mesa, la confusión inicial parecía haber pasado pues las conversaciones se volvieron a iniciar, primero en susurros pero cada vez mas altas. El chico caminaba directamente a donde estábamos nosotras, sonriendo y mirando la espalda de Win, que no se había girado como los demás cuando había entrado el grupo. El joven se sentó en la silla junto a Win, y me miró sonriendo.

-Tu debes de ser la nueva. – Su voz era suave y pausada, agradable. – Encantado de conocerte, soy Caleb.

Caleb parecía poseer un entusiasmo contagioso, porque me vi sonriendo en respuesta.

-Yo soy Darla.

-No hables con él. – La voz cargada de reproche de Win me sorprendió y pareció sorprender también a Caleb.

Él la miraba, extrañado y sorprendido, pero después una dulce sonrisa apareció en su hermoso rostro, como si quisiera iluminar el comedor. Win intentaba ignorarle pero podía ver claramente como le miraba de reojo y como su fría mascara de enfado se iba rompiendo por efecto de la sonrisa de Caleb.

-No has venido en días – La voz de Win era apenas un susurro y Caleb tuvo que inclinar su gran corpachón para lograr escucharla.

-Perdoname, Winny. Ya sabes que si hubiera podido habría venido. – La cara de Caleb era sincera y Win le sonrió, su enfado completamente disuelto.

-Bueno, Winny, ¿cuándo traen aquí la comida? – La mirada que me dirigió Win me hizo soltar una carcajada.

En el momento en el que iba a responderme entró el imponente hombre al que había visto en la oficina. Todos se pusieron rápidamente de pie y las conversaciones fueron ahogadas en un mar de silencio. Tras el hombre entraron otros oficiales, entres los que se encontraba la Teniente Palmer. También entraron otros soldados fuertemente armados que se colocaron en las esquinas del comedor. Todo el mundo estaba completamente en silencio y todas las miradas estaban fijas en el imponente hombre. Este se situó frente a las mesas y recorrió la sala, clavando su mirada en algunos rostros y pasando de largo sobre otros.

-Como cada semana, tenemos el placer de elegir a un nuevo guía para los nuevos estudiantes de nuestro centro. Esta semana este honor ha recaído sobre Hamist, que lo logró gracias a su esfuerzo y disciplina. – Hamist dió un paso al frente y realizó una respetuosa inclinación de cabeza. – La semana venidera este preciado cargo lo llevara, por su respeto a la autoridad, Tibetta. – Una frondosa joven de alborozadas mejillas y cabello del color de las zanahorias, caminó hasta donde se encontraba Hamist. Éste le entregó lo que parecía una cinta dorada. – Y ahora… - El hombre se quedó en silencio, dirigió la mirada a un chico de unos catorce años que estaba susurrando a su amigo, hizó un gesto imperceptible a los guardias que se adelantaron y cogieron al chico de los brazos, empujándole hasta sacarle de la sala mientras este se debatía y gritaba. La sala quedó más silenciosa aún. – Bueno, ahora a comer.

Después de esto, el hombre, seguido de algunos más, abandonó la sala. Las conversaciones volvieron a sonar pero ya no eran alegres, sino preocupadas y airadas. Mientras, de unas puertas en las que no me había fijado salieron varias personas con grandes bandejas repletas de platos. Cuando pusieron uno delante de mi, vi que consistían en un filete de carne desconocida y una especie de pasta blanca. Cuando hundí mi tenedor en ella con cara de asco Win y Caleb soltaron una carcajada.

-Es puré de patatas. – Win volvió a reír al ver mi desconcertada expresión. - ¿Nunca has comido puré de patatas?

-No se si recuerdas que he vivido 18 años en la selva, allí las patatas son de verdad.

Ellos volvieron a reírse de mi, disfrutando de algún tipo de broma privada. Cuando se calmaron lo suficiente para volver a hablar, me miraron con disculpa.

-Lo lamento, pero es que los nuevos siempre tenéis esa expresión de desconcierto cuando veis lo que comemos. – Mientras decía esto, Caleb se secaba las lagrimas de los ojos. – Es una pena que tu primera comida aquí sea así, pero debes acostumbrarte a que la comida no se parezca a comida.

-Y también a que no sepa como comida –Dijo Win, riéndose de nuevo.

-Bueno, ahora hagamos las preguntas delicadas. – Caleb se había puesto relativamente serio, ya que una sonrisa asomaba a sus labios. – Para conocer a alguien aquí hay que saber quien le capturo, así que, dulzura, queremos nombres.

Me quedé en silencio, a medio camino de llevarme el tenedor a la boca. Les miré y me di cuenta de que Caleb hablaba muy en serio. Volví a dejar el tenedor en el plato y respiré hondo.

-Uno de ellos se llamaba Aarón. – Les dije, esperando con que eso bastase.

-Entonces conocerás también a Alan, son hermanos y siempre van a las misiones juntos. – Caleb reflexionó un segundo. - Son los guardias más majos de este lugar, bastante divertidos y nos permiten hacer muchas cosas.

Caleb pareció dejar el tema así que volví a coger el tenedor para comer un poco de esa extraña masa, pero volvieron a interrumpirme cuando estaba a punto de meterme el tenedor en la boca.

-¿Y los demás? – Por el tono de voz de Win supe que ella no me dejaría esquivar el tema por mucho que yo lo intentara.

Un poco exasperada por que no me dejaban comer y por que no quería hablar de Titus ni de Kieran respondí:

-Los otros dos guardias eran Titus. – Ellos hicieron un sonido como si el nombre les doliera. – Y Kieran.

Al pronunciar su nombre los ojos de ambos se abrieron desmesuradamente.

-Que te haya tocado Titus es casualidad pero que te haya tocado también Kieran eso es que le caes muy mal a alguien de arriba.

Y eso que no les había dicho lo que había pasado en la selva. Cuando dos pares de ojos abiertos como platos me miraron, no pude evitar esbozar una sonrisa. Aunque a mi sus caras me parecían divertidas ellos parecían realmente preocupados. Como no tenía ningunas ganas de preocuparme aún más de lo que ya estaba, decidí ignorarlos e intentar de comer. De nuevo, justo cuando iba a meterme el tenedor en la boca, Caleb volvió a interrumpirme. Deje el tenedor en el plato y me resigne a no cenar.

- Estas en serios problemas, dulzura. -La voz de Caleb también parecía resignada.

Iba a darle una respuesta mordaz cuando un suave toque en mi hombro me hizo dar un respingo. Gire el rostro para encontrarme con los ojos verdes de Tibetta, que esbozó una tímida sonrisa.

-Hola, soy la guía de los alumnos. - Ella se quedo en silencio, como esperando algo.

- Oh, enhorabuena, Tibetta. - Ella me dio una sonrisa encantadora que hizo que sus gordinflones carrillos se elevaran.

- Te he traído tu horario de clases, en el está la clase, el profesor y el lugar donde es la clase. - Me entregó una hoja de papel rosado y se marcho.

Mire mi horario por encima y un nombre hizo que soltara un gruñido.

- Déjame adivinar, Titus te da la clase de adiestramiento militar. - Mire a Caleb reflejando en mis ojos todas las palabrotas que había aprendido en mis 18 años de vida.

- Entonces iras conmigo.

- ¿Y tú qué? - le pregunte a Caleb.

- ¿Yo? - El rió y dirigió una mirada a la mesa donde se encontraba el chico de ojos tormentosos y el del cabello espectacular. - Fuerzas especiales, dulzura.

- No me gusta que me llames dulzura.

- Pues te tendrás que aguantar. - El me sonrió con esa bonita sonrisa. - Dulzura.

Yo negué, no valía la pena discutir con esa sonrisa.

De repente volvió a sonar esa horrible sirena que parecía tener la intención de destrozarme los tímpanos. Todos se levantaron, aunque no hubieran terminados sus platos, y volvió a engullirme esa marea humana. Me deje arrastrar, detrás de Caleb y Win hasta nuestro piso. Después ambos se separaron y Win me empujó hasta una puerta. Cuando entré me detuve en seco, desconcertada ante los instrumentos que había en la sala, tan desconocidos para mí.

- Es el baño. - Dijo Win ante mi mirada y mi parálisis.

Yo había deducido que era el baño pero jamás me había imaginado que las duchas que describía mi madre eran así. Win me indicó que cogiera una toalla y una muda limpia de un pequeño montón que había y después me dirigí a la ducha. Desgraciadamente estas duchas no tenían agua caliente como las de mi madre y cuando termine de ducharme estaba tiritando de frio. Win estaba cepillándose el pelo y me acerque a ella.

Me quede totalmente paralizada cuando vi por primera vez mi reflejo. En realidad sí que lo había visto pero nunca en un espejo, yo solo lo había visto en el agua del lago. Mire a esa extraña que me miraba, fijándome en todos los detalles. Me di cuenta de que me parecía bastante a mi madre. Ojos grandes y verdes, cabello muy claro por la constante incidencia del sol, pómulos marcados. Pero también me di cuenta de que era totalmente distinta, mi nariz era pequeña, mi pelo estaba cortado de forma irregular hasta el cuello y caía sobre mis ojos, mi boca de labios rojizos. También me fije en que estaba bastante delgada y se me marcaban las costillas, mis pechos eran pequeños y mi piel estaba bronceada por el sol.

Win me sacudió el brazo y me miro comprensivamente. Cuando salimos del baño, estaba más limpia que nunca. Cuando llegamos a nuestra habitación y vi la pequeña cama me di cuenta de que estaba increíblemente cansada, como no tenía nada parecido a la ropa de dormir que usaba Win, me deje caer sobre el duro colchón y rápidamente me entregué a los dulces brazos de Morfeo.